La muralla de Lugo es la única del periodo romano que mantiene íntegro su perímetro en la península ibérica. En el Día de Galicia, te invitamos a visitarla.

Cuenta la leyenda que los romanos erigieron la muralla de Lugo para proteger un bosque, el Bosque Sagrado de Augusto (Lucos Augusti en latín). Lejos de la entelequia de la fábula, todo hace pensar que su objetivo defensivo era el de salvaguardar la ciudad de Lugo, establecida en un enclave de gran importancia para la anexión del noroeste de la península al Imperio Romano.
Patrimonio de la humanidad
La belleza, conservación e historia otorgaron a esta joya arquitectónica, hace 20 años, el título de Patrimonio de la Humanidad. La majestuosa fortaleza, de algo más de dos kilómetros, desafía al paso del tiempo desde que fuera edificada a finales del siglo III d.C. Y, aunque sus piedras permanecen en silencio, de su diseño se deduce que la construcción sigue el canon de Vitruvio, arquitecto e ingeniero romano al que muchos han llegado a atribuir el levantamiento de la muralla de Lugo.
La pared de granito, piedras y pizarra que hoy podemos admirar estuvo escoltada por un foso que todavía se deja adivinar en algunas partes del complejo defensivo. Contaba, además, con un intervallum que se mantenía entre la muralla y las construcciones del interior, que, como en otras ciudades, fue llenándose a medida que cambiaban las necesidades urbanísticas de Lugo.
Por el adarve de la muralla de Lugo
Sin embargo, la mejor forma de dejarse llevar y transportarse a la Roma Imperial es caminar por su ancho adarve, convertido en la actualidad en un idílico paseo desde el que vislumbrar la mejor panorámica de Lugo.
Durante este recorrido apreciamos 71 torres -de las 85 originales-, pero solo la Torre A Mosqueira nos permite imaginar la estructura completa que en su día empoderaba las partes más altas de tan especial lugar.
Diez puertas al pasado y al presente
Las necesidades de crecimiento y comunicación de la ciudad han marcado la historia de los accesos de la muralla de Lugo, siempre dispuesta a adaptarse a los nuevos tiempos. Aunque de estilos muy diferentes entre sí, la Porta Miñá, la Falsa, San Pedro, Nova y Santiago son puertas de construcción romana. En su origen, de ellas nacían diferentes vías romanas que comunicaban a la urbe con otros puntos de la geografía ibérica.
Las de San Fernando, la Estación, Obispo Izquierdo, Obispo Aguirre y Obispo Odoario, en cambio, se han abierto en los últimos 150 años para satisfacer dispares necesidades.
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