
Huertos urbanos: más cerca de lo natural

Nadie diría, a pie de calzada, que uno de los establecimientos más emblemáticos y exclusivos de Madrid alberga el huerto urbano más grande del mundo en la azotea de un hotel, pero así es. En lo más alto del Hotel Wellington florecen 300 metros cuadrados de cultivo ecológico autosostenible en los que se miman hasta 35 variedades de plantas que se transforman después en ingredientes gourmet en las cocinas del hotel.
Los huéspedes pueden degustar platos de alta cocina con cardo rojo, tomate negro Floren o guisantes de lágrima, y tener la certeza de que estos ingredientes han sido recogidos de la mata poco antes.
Como los responsables del Wellington, cada vez son más las personas que no renuncian a cultivar sus propias hortalizas a pesar de vivir en medio de una gran ciudad. Es una tendencia mundial: el Comité Hábitat de la ONU eligió los huertos urbanos como buena práctica en las categorías de gestión ambiental, arquitectura Un solar, un balcón e incluso la azotea de un hotel de lujo, son lugares en los que podemos encontrar un huerto urbano. Una tendencia que gana terreno en las ciudades de nuestro país, donde crece una generación de hortelanos urbanitas que practican una nueva forma de agricultura ligada al ocio y al contacto con la naturaleza.
Los huertos urbanos han echado raíces y diseño urbano, además de participación ciudadana y riqueza natural. Hasta la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, tiene su propio huerto en la parte trasera de la Casa Blanca.
En los últimos años, en España también han proliferado los espacios de este tipo. Entre 2006 y 2014, el número de ciudades con huertos urbanos se ha multiplicado por 15 hasta alcanzar las 216. Otros datos confirman el auge de este fenómeno, por ejemplo, que las zonas de huertos se han elevado hasta las 400, el número de huertos crecía hasta los 15.243 y la superficie ocupada supera las 166 hectáreas.
Del trabajo comunitario a la iniciativa privada
El crecimiento de estas zonas ha sido más fuerte en las ciudades más pobladas, pero existen huertos de ocio en ciudades como Sevilla, Barcelona o Vitoria desde hace décadas. Muchos están destinados a la población jubilada, en situación de desempleo o en riesgo de exclusión. Otros son comunitarios y existen gracias a la ilusión de vecinos y voluntarios.
También se han comenzado a desarrollar actuaciones de huertos urbanos de carácter privado, incluso hay emprendedores que han puesto en marcha negocios de alquiler de huertos urbanos, consistentes en arrendar terrenos en desuso a particulares.
Cómo poner en marcha un huerto urbano
- Espacio: el primer paso es decidir dónde se puede o se quiere instalar el huerto. Ya sea un espacio comunitario, un patio, una terraza, un balcón o simplemente una ventana soleada. El tamaño y estructura de las especies tendrán que adecuarse al espacio disponible. No es lo mismo un árbol que una tomatera.
- Luz: las horas de luz diarias que inciden en el espacio de nuestro huerto serán determinantes para su crecimiento. Si no es un área muy luminosa, habrá que seleccionar plantas adecuadas para ello.
- Agua: el riego es uno de los parámetros más delicados y habrá que proceder según las necesidades de cada cultivo. Lo mejor, instalar un sistema de riego automático por goteo.
- Semillas o brotes: se puede comenzar el proceso desde cero, creando un semillero, o comprar los plantones, que es más sencillo. Eso sí, antes habrá que echar un vistazo al calendario para escoger las plantas de temporada.
- Sustrato: la tierra y buen sustrato son indispensables para que el huerto prospere. Cada cierto tiempo habrá que enriquecer la tierra con algún tipo de abono, por ejemplo, humus.
Un poco de historia
Los primeros huertos urbanos surgieron a mediados del siglo XIX, y eran cultivados por los obreros que llegaban a trabajar a las ciudades. Este fenómeno se ha ido repitiendo en posteriores movimientos demográficos, pero las primeras experiencias con huertos urbanos, tal y como se entienden hoy en día, tuvieron lugar en los años 70 en Estados Unidos. Entonces, cuando Manhattan era un nido de delincuencia, una mujer llamada Liz Christy tuvo la idea de unir a un grupo de entusiastas bajo el nombre de “Green Guerrilla” y gracias a ellos, esas zonas degradadas se convirtieron en jardines comunitarios. Hoy existen más de 750 en Nueva York.

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